sábado, 1 de mayo de 2010

San Juan de la Peña, Huesca


Vista del Monasterio, en invierno

El Monasterio de San Juan de la Peña es uno de los lugares más impresionantes, pintorescos y hermosos de toda España. Engarzado a la montaña -tallado en la piedra-, el cenobio oscense ha cautivado a lo largo de los siglos a poetas y viajeros por su belleza constructiva y lo impresionante de su entorno.


Un lugar de leyenda

Según reza la leyenda, un joven noble que perseguía un ciervo, se despeñó por un precipicio del monte Pano. Milagrosamente, él y su caballo sobrevivieron a la caída sin hacerse un solo rasguño, apareciendo sanos y salvos en un saliente de la roca en el que halló que albergaba una pequeña cueva eremítica dedicada a San Juan Bautista. Impresionado por el hallazgo y por la forma de vida de aquel lugar, el joven -de nombre Oto- convenció a su hermano para retirarse juntos a aquella cueva y vivir acorde a los principios monacales.

El cenobio de San Juan de la Peña está ligado a la leyenda y al esoterismo desde sus mismos inicios, ya que de él partieron las expediciones que lograron reconquistar las ciudades de Jaca y Aínsa, el lugar donde se produjo el famoso milagro de la cruz sobre la carrasca, el símbolo de todo el Sobrarbe. Según este mito -prorrogado aún hoy por la heráldica-, los cristianos, a punto de ser vencidos por los musulmanes, vieron una señal de una cruz sobre una pequeña encina, indicándoles el momento justo para atacar y otorgándoles así el triunfo.


Villa de Aínsa, lugar vinculado al monasterio de San Juan de la Peña

San Juan de la Peña también está vinculado a la leyenda hispánica del Santo Grial. Según esta tradición, el cáliz que Cristo utilizó en la Última Cena llegó al monasterio oscense procedente de lugares tales como la vecina catedral de Jaca -imprescindible en la historia del románico hispánico- o el cercano monasterio románico-carolingio de San Pedro de Siresa, para terminar, en una época cargada de tribulaciones, siendo custodiado en la catedral de Valencia, lugar donde se encuentra en la actualidad.

La iglesia prerrománica y la sala capitular


La iglesia prerrománica

Al monasterio se entra por un pequeño distribuidor que da paso a una amplia sala de reuniones sin comunicación con el claustro, situado en la planta superior. Esta sala, sostenida por arcos de medio punto, da una idea de las dimensiones y de la importancia que tuvo que tener el monasterio antes de su decadencia y de los incendios de los siglos XV y XVII.


La sala de reuniones

Al fondo de este espacio -orientada de forma perpendicular a la propia sala- se encuentra la iglesia prerrománica, de origen claramente mozárabe, con iconostasis, hornacinas rupestres, tres naves y las típicas inscripciones que se pueden encontrar en este tipo de templos, grabadas sobre piedra en el momento de la consagración.

La segunda planta: los panteones y la iglesia románica





Interior del hastial de la iglesia

Ya en la segunda planta, a la izquierda queda un pequeño horno de pan y, a la derecha, un interesante panteón nobiliario y una sala utilizada como museo, donde se recogen algunas de las piezas de las alas desaparecidas del monumento.

Para salir al claustro, se ha de atravesar la preciosa iglesia románica, de cabecera triabsidial jalonada por arcos ciegos de medio punto. El presbiterio queda separado de las naves por tres arcos torales levantados a modo de iconostasis. Al otro lado, a los pies de la iglesia, se abren seis vanos -una puerta y cinco ventanas de diferente tamaño- que nutren de luz a la única nave, cubierta por una bóveda de cañón que se apoya en arcos fajones.

El espacio que linda con el presbiterio -una pequeña área cuadrada donde se sitúan las bancadas-, no tiene bóveda, ya que es el saliente de la propia roca el que hace las veces de cubierta. Tras este pequeño espacio, la nave se estrecha para dar paso a la cubierta románica, ya del siglo XII, posterior a la cabecera.


Cabecera de la iglesia románica. La roca hace de cubierta


Panteón de la Corona de Aragón

Desde la iglesia -a la izquierda, mirando hacia el oficiante- se puede contemplar el panteón de los Reyes de Aragón, que ocupa el espacio de la antigua sacristía. Este espacio fue reformado por Carlos III en estilo neoclásico a instancia el Conde de Aranda, que quiso recuperar y dotar de nuevo al lugar de lustre y cierto peso institucional, vinculándolo a la Corona de la España borbónica.

El claustro





El claustro es, junto a la iglesia, el espacio más singular de todo el conjunto monumental. Erigido en el siglo XII, utiliza el saliente natural de la roca como cubierta de las crujías, consiguiendo un efecto estético único. Lo más sobresaliente del claustro son, sin duda, las tallas de los capiteles del Maestro de San Juan de la Peña, que sostenien arcos de medio punto rematados con chambrana de taqueado jaqués.







Los capiteles, de técnica extraordinaria y cierta profusión decorativa -lo que delata su factura tardía-, describen, de forma narrativa, varias escenas bíblicas entre las que se encuentran la Natividad, la Anunciación, la Epifanía, o el Bautismo de Nuestro Señor.

El Monasterio Nuevo



Iglesia del Monasterio Nuevo

El incendio del año 1675 desoló casi por completo el monasterio medieval, por lo que los monjes resolvieron acometer las obras de construcción de un nuevo edificio en lo alto de la montaña. Este monasterio -inconcluso y de enormes proporciones- es un excelente ejemplo del barroco clasicista español de finales del suglo XVII. El Monasterio Nuevo mantiene las trazas clásicas pero ya anuncia el siglo XVIII, concentrando todo el esfuerzo decorativo en los pórticos, de gran abigarramiento.

Este edificio, obra de Miguel Ximénez, fue abandonado tras la Desamortización de Mendizábal, en 1835, condenándolo prácticamente a la desaparición. A punto de la ruina total, fue rescatado del olvido por el Gobierno de Aragón, que muy acertadamente, lo ha integrado en su Red de Hospederías, una versión regional de los Paradores Nacionales.